He decidido irme. He encontrado lo que no estaba buscando y en mi nuevo conocimiento, he encontrado la paz de no estar acá.
He intentado irme más de una vez, siempre con una idea falsa para quedarme. ¿Por qué me gustará tanto volver a caer? No, no estoy amañado.
Me han medicado, me he medicado. Me han tratado, lo he intentado. ¿Qué clase de obstinación es esta?
Ella se ha ido, aún no comprende mi punto de vista... no sé, siento que terminará por entenderlo. Supondrá que pensaré en ella cuando me vaya, pero no. Pensaré en nosotros.
He decidido irme. Tengo tan poco qué perder, que le vamos a ayudar a ella. Piensa que tiene mucho por perder y no, realmente terminará sola, viendo con mis ojos, recordando mi luz, halando el gatillo que tengo en mis manos.
Lou Simone
Lucía / Simone / Alejandra / Paula
miércoles
viernes
HER en cuatro partes
Segunda
parte:
Ya habíamos
comentado el hecho de no poder ver una película de corrido, si no corriéndonos.
Quería verla, quería saber qué pasaba, pues hasta donde llegamos no había ni
desenlace y pude crear muchos finales, todos iguales de inciertos.
La puso, la
vimos. Ya no la tenía en la alcoba, seguramente no estaba llamando su atención,
pero aun así la puso, aun así no pregunté.
La soledad
del personaje, el ser querido alejado por actos propios, el recuerdo de su todo
y la verdad cruda de tener que dejar parte de cada quien atrás… parte que ya no
nos pertenece y se queda anclada al cuerpo de otra persona. Tuve miedo de
perderlo, tuve miedo de que me dejara ir. No quise llorar, entonces lo abracé.
En la
película se ve una tristeza, una necesidad de compañía, de aceptación, de ser
correspondido, buscado.
De pronto, me di cuenta que lo tenía realmente a mi
lado, después de tanto tiempo, estaba ahí, abrazándome, sintiéndome, y yo soy
suya, yo ya no me pertenezco, no porque él mande sobre mí, sino porque él es
parte vital de lo que soy, de lo que quiero.
La segunda
parte pareció durar, esta parte ya tenía hilados más claros… sin embargo, me
fui. Mi mente desapareció rápido, se quedó lejos un buen tiempo, oía la música
de la película, la relacionaba con mi sentir: Yo ya no quiero si no es con él.
Hombres
mejores hay, seguramente expectativas más claras, mejores caminos, vida más
fácil, más tiempo para disfrutar… yo nunca he querido eso, yo quiero un cuento,
él es mi cuento, mi inspiración para esa zona desaparecida y oculta, para aquel
lugar que escondo: Mi último pedazo de humanidad, la que no se puede definir.
Volví a
donde tenía que estar, volví con su voz diciendo: Quiero hacerte el amor. No
creyó que lo aceptara así, él no sabe que me moría porque me lo pidiera,
porque estaba que lloraba de amor. Me lo repitió, me lo aclaró… claro que volví
a aceptar.
No es
erótico, no es para escribir… Miento, sí es erótico, tal vez más que lo
anterior, si lo puedo escribir, tengo las palabras claras porque esos recuerdos
no se esfuman, ni se inmaterializan, pero no lo haré. Algún día, cuando viva
con él, cuando estemos en plena construcción de nuestras vidas, cuando tenga
que pensar en nuestro hijo, lo escribiré. Me tocaré, llegaré al orgasmo,
lloraré, iré a verlo dormir o leer… me abrazaré a él, se lo dejaré en un sobre
y será un abrebocas para volver a hacer el amor como nunca.
No terminamos
de ver la película. Nos repetimos varias veces cosas que nos competen, porque
por más abc que sea, sólo los dos lo entendemos como realidad. Quedamos en una
parte peculiar, en el vínculo desesperado, en la transformación, en los celos
de la máquina… nosotros comenzamos en un punto interesante, solos, perdidos,
sin quererlo… sin buscarlo… sin ser una ilusión… siendo un sueño que perduró
más allá de la alarma del despertador.
Buenos
días, mi amor.
Buenas
noches, mi vida.
Feliz día,
Mi sueño… yo te daré mis colores, yo te pintaría los cuadros más bellos… yo
sería dios para darte un nuevo mundo en lo que nos tardemos en hacer el amor.
Yo olvido el mundo cuando estoy a tu lado.
Lloré
cuando terminamos, nunca lo había sentido. Una alegría melancólica, un temor
extremo por perderlo y un júbilo por tenerlo. No se dio cuenta, lo abracé, lo
besé de nuevo y de nuevo.
Nos
cubrimos los ojos, no quisimos ver el final de la película, el minuto y medio
que restaba después de aquel momento, que no volverá…
HER en cuatro partes
Primera
Parte
No llegamos
a los 20 minutos. Sólo disfrutamos de esa escena del gato muerto. Celebramos
estar ahí juntos, retorcidos, calientes, sucios y degenerados.
Me tomó por
sorpresa, sorpresa que recibí con mi boca bien abierta. Me tomó del cabello,
cabello que haló y moldeó para acercarme a su pene y mover mi cabeza a su
ritmo, para provocar en él la mayor excitación. Le dije claramente que deseaba
algo, se lo dije mientras respiraba un poco agitadamente: “Quiero que te corras en mi cara”
No íbamos
aguantar tanto tiempo, así que me senté encima de él tan despacio que sentía
como me iba clavando y me iba abriendo. Mi sexo húmedo permitió que mi orgasmo
se aproximara rápidamente, entonces fue el primero, el segundo, el tercero... y
hasta su entrepierna estaba lavada por mis líquidos.
Sus
palabras, su voz, su gemido combinaban con los míos, a tal punto que mi cerebro parecía inundado de las drogas más potentes conocidas por el hombre, esto me llevó
casi en sueños a ponerme en cuatro en frente de él y volvérsela a chupar. Le
gustó, me gustó. Me miró, me morboseó, me tocó, me botó en la cama ante él,
ordenándome que le abriera las piernas y al hacerlo, me penetró de nuevo.
Adentro, afuera, de nuevo adentro, de nuevo afuera… Gritó: TOMA, ESTO ES TUYO. Salió tan rápido
que al abrir los ojos sólo pude ver que su verga estaba en mi cara, manchándome
la boca, los labios, los lentes de leer que no quise quitarme cuando comenzamos
a follar.
Agitados,
sudando, ardiendo, retumbando en las paredes esas palabras “sucias” que
habíamos usado, no me advirtió lo que seguía, así que descansando boca abajo
me di cuenta que me abrió en par las nalgas, me dio un par de golpecitos,
limpió el resto de semen con mis piernas y volvió a penetrarme tan
sorpresivamente que mi orgasmo fue preciso, inmediato, húmedo y estremecedor.
Abrí más mi
culo a él, más abierto para que lo viera. Levanté los brazos, despejé mi
espalda, mordí su ropa que terminé manchando. Me tomó de las caderas, me apretó más y
más… volvió a correrse.
Esa fue la
primera parte de HER… dormimos, no pudimos seguir. Claro está.
sábado
De las lecturas de OLIVER SACKS
"Purdon Martin derrochó una energía y un genio
infinitos para proyectar toda una gama de mecanismos y de métodos destinados a
que hasta los parkinsonianos más gravemente afectados llegasen a conseguir una
normalidad en la postura y en el paso: líneas pintadas en el suelo, contrapesos
en el cinturón, marcapasos con un tictac escandaloso para establecer la
cadencia del paso. Aprendió para ello siempre de sus pacientes (a los que está
dedicado además su gran libro). Fue un investigador profundamente humano, y en
su medicina la comprensión y la colaboración fueron fundamentales: paciente y
médico eran iguales entre ellos, estaban al mismo nivel, aprendían el uno del
otro y se ayudaban uno a otro y se ayudaban entre ellos para llegar a
nuevos descubrimientos y nuevos tratamientos".
No obstante, parece ser que con respecto pasa el tiempo y avanza la tecnología, este sentido se pierde de manera incontrolable, provocando, no solo una desintegración del sistema de salud, si no la desproporción entre la majestuosidad de la inteligencia y la banalidad decadente de la información fácil y la fama barata.
No obstante, parece ser que con respecto pasa el tiempo y avanza la tecnología, este sentido se pierde de manera incontrolable, provocando, no solo una desintegración del sistema de salud, si no la desproporción entre la majestuosidad de la inteligencia y la banalidad decadente de la información fácil y la fama barata.
viernes
Hasta Mañana
La excitación era tanta que se presentaba como un dolor pélvico, suave, exquisito, incómodo;
un dolor que no desaparecería por más que amainara la erección o que pensara en otra cosa, un dolor
que advertía que no hay vuelta atrás. En mi mente sólo existía una imagen, que acentuaba mi dolor y
hacía que el sudor escurriera en mi cuello: Su pecho cubierto de blanco semen y un orgasmo emergiendo
en su aliento.
Abrí los ojos y estaba ahí, en mi cuarto, exhausto, respirando agitadamente y así, quede dormido, con el deseo de verla e imaginando sentir sus bragas húmedas
" ... "
un dolor que no desaparecería por más que amainara la erección o que pensara en otra cosa, un dolor
que advertía que no hay vuelta atrás. En mi mente sólo existía una imagen, que acentuaba mi dolor y
hacía que el sudor escurriera en mi cuello: Su pecho cubierto de blanco semen y un orgasmo emergiendo
en su aliento.
Abrí los ojos y estaba ahí, en mi cuarto, exhausto, respirando agitadamente y así, quede dormido, con el deseo de verla e imaginando sentir sus bragas húmedas
" ... "
lunes
Suscribirse a:
Entradas (Atom)