Segunda
parte:
Ya habíamos
comentado el hecho de no poder ver una película de corrido, si no corriéndonos.
Quería verla, quería saber qué pasaba, pues hasta donde llegamos no había ni
desenlace y pude crear muchos finales, todos iguales de inciertos.
La puso, la
vimos. Ya no la tenía en la alcoba, seguramente no estaba llamando su atención,
pero aun así la puso, aun así no pregunté.
La soledad
del personaje, el ser querido alejado por actos propios, el recuerdo de su todo
y la verdad cruda de tener que dejar parte de cada quien atrás… parte que ya no
nos pertenece y se queda anclada al cuerpo de otra persona. Tuve miedo de
perderlo, tuve miedo de que me dejara ir. No quise llorar, entonces lo abracé.
En la
película se ve una tristeza, una necesidad de compañía, de aceptación, de ser
correspondido, buscado.
De pronto, me di cuenta que lo tenía realmente a mi
lado, después de tanto tiempo, estaba ahí, abrazándome, sintiéndome, y yo soy
suya, yo ya no me pertenezco, no porque él mande sobre mí, sino porque él es
parte vital de lo que soy, de lo que quiero.
La segunda
parte pareció durar, esta parte ya tenía hilados más claros… sin embargo, me
fui. Mi mente desapareció rápido, se quedó lejos un buen tiempo, oía la música
de la película, la relacionaba con mi sentir: Yo ya no quiero si no es con él.
Hombres
mejores hay, seguramente expectativas más claras, mejores caminos, vida más
fácil, más tiempo para disfrutar… yo nunca he querido eso, yo quiero un cuento,
él es mi cuento, mi inspiración para esa zona desaparecida y oculta, para aquel
lugar que escondo: Mi último pedazo de humanidad, la que no se puede definir.
Volví a
donde tenía que estar, volví con su voz diciendo: Quiero hacerte el amor. No
creyó que lo aceptara así, él no sabe que me moría porque me lo pidiera,
porque estaba que lloraba de amor. Me lo repitió, me lo aclaró… claro que volví
a aceptar.
No es
erótico, no es para escribir… Miento, sí es erótico, tal vez más que lo
anterior, si lo puedo escribir, tengo las palabras claras porque esos recuerdos
no se esfuman, ni se inmaterializan, pero no lo haré. Algún día, cuando viva
con él, cuando estemos en plena construcción de nuestras vidas, cuando tenga
que pensar en nuestro hijo, lo escribiré. Me tocaré, llegaré al orgasmo,
lloraré, iré a verlo dormir o leer… me abrazaré a él, se lo dejaré en un sobre
y será un abrebocas para volver a hacer el amor como nunca.
No terminamos
de ver la película. Nos repetimos varias veces cosas que nos competen, porque
por más abc que sea, sólo los dos lo entendemos como realidad. Quedamos en una
parte peculiar, en el vínculo desesperado, en la transformación, en los celos
de la máquina… nosotros comenzamos en un punto interesante, solos, perdidos,
sin quererlo… sin buscarlo… sin ser una ilusión… siendo un sueño que perduró
más allá de la alarma del despertador.
Buenos
días, mi amor.
Buenas
noches, mi vida.
Feliz día,
Mi sueño… yo te daré mis colores, yo te pintaría los cuadros más bellos… yo
sería dios para darte un nuevo mundo en lo que nos tardemos en hacer el amor.
Yo olvido el mundo cuando estoy a tu lado.
Lloré
cuando terminamos, nunca lo había sentido. Una alegría melancólica, un temor
extremo por perderlo y un júbilo por tenerlo. No se dio cuenta, lo abracé, lo
besé de nuevo y de nuevo.
Nos
cubrimos los ojos, no quisimos ver el final de la película, el minuto y medio
que restaba después de aquel momento, que no volverá…