"Purdon Martin derrochó una energía y un genio
infinitos para proyectar toda una gama de mecanismos y de métodos destinados a
que hasta los parkinsonianos más gravemente afectados llegasen a conseguir una
normalidad en la postura y en el paso: líneas pintadas en el suelo, contrapesos
en el cinturón, marcapasos con un tictac escandaloso para establecer la
cadencia del paso. Aprendió para ello siempre de sus pacientes (a los que está
dedicado además su gran libro). Fue un investigador profundamente humano, y en
su medicina la comprensión y la colaboración fueron fundamentales: paciente y
médico eran iguales entre ellos, estaban al mismo nivel, aprendían el uno del
otro y se ayudaban uno a otro y se ayudaban entre ellos para llegar a
nuevos descubrimientos y nuevos tratamientos".
No obstante, parece ser que con respecto pasa el tiempo y avanza la tecnología, este sentido se pierde de manera incontrolable, provocando, no solo una desintegración del sistema de salud, si no la desproporción entre la majestuosidad de la inteligencia y la banalidad decadente de la información fácil y la fama barata.
No obstante, parece ser que con respecto pasa el tiempo y avanza la tecnología, este sentido se pierde de manera incontrolable, provocando, no solo una desintegración del sistema de salud, si no la desproporción entre la majestuosidad de la inteligencia y la banalidad decadente de la información fácil y la fama barata.